Buscá en Sueños...

lunes, 14 de junio de 2010

Dreis- Capítulo I


Capítulo primero: “La Isla de los Sueños”


-Adoro esta isla, sé que nos costó encontrarla, pero valió la pena, ¿no?
-Sí, el único problema es que todavía no sabemos cómo funciona.-Dijo sarcásticamente Nicolás. Él solía ser bastante pesimista, pero fue lo suficientemente positivo como para acceder a comandar el barco que los llevaría a la mayor experiencia que podría llegar a vivir.
De la “Isla Perdida”, “Isla de los sueños” o “Isla encantada” había leyendas, pero la mayoría de las personas creía que sólo eran eso: leyendas. Lo que sólo ellos sabían era se ubicación, que, aunque era aproximada, era mejor que nada. Estuvieron a la deriva por tres meses, hasta el punto de ya no tener esperanzas. Cuando ya estaban planteándose volver, se escuchó “tierra a la vista”.
Los cuatro habían ido a aquella isla perdida porque tenían sueños que cumplir. Sueños de los que cualquiera se reiría. Pero tenían fuertes esperanzas de poder cumplirlos. Porque sabían de aquella isla de maravillas, de la que todo el mundo hablaba. Isla que según muchos “volvía realidad los sueños más profundos del corazón”.
La isla era paradisiaca, como cualquier isla de postal, el agua salada y tibia del Caribe bañaba las playas de arena blanca con una espuma que brotaba a borbotones de las profundidades del océano verde pálido. Los loros de colores se agitaban en las copas de las palmeras altísimas, gorjeando alborotados ante aquellos visitantes inesperados que miraban todo con los ojos como platos, completamente sorprendidos por la belleza natural de aquel paraíso terrenal. Lo único que desencajaba en aquel precioso lugar era el gigantesco barco encallado en la arena, y los treinta tripulantes.
Agustín se sacó las botas de marinero y la camisa rasgada empapada en sudor y los tiró al suelo. Una de las cosas que más le gustaban era caminar descalzo por la arena en la playa. Eran alrededor de las seis de la mañana, pero el calor era abrumador. No habían podido dormir en toda la noche, por lo que al llegar, lo primero que quiso hacer fue ir corriendo al mar para refrescarse. Luego lo siguieron Nicolás, Luciano y algunos otros tripulantes del Ensueño de Mar.
-Bueno, ya es hora de comenzar a preparar un refugio y buscar toda la comida que sea posible porque desde hace dos días que no comemos más que una porción reducida de pescado quemado con arroz y una copa de vino picado.-Observó Giselle al salir de su ensimismamiento. Ella era la tripulante más sensata de aquel barco y también la única chica abordo. Ella era quien sabía la ubicación de la isla, fue la única razón por la que accedieron a llevarla.
-¡Ustedes tres, comiencen a descargar el equipo para hacer el refugio, ustedes seis, busquen la forma de bajar esos cocos de las palmeras y pesquen algún pez grandote! Nicolás, Luciano, vamos a buscar agua. Agustín, quedate a controlar a todos y prendé un fuego con la madera seca que bajen del barco.- Gritó prácticamente en un respiro muy enérgicamente. Ella sabía perfectamente qué hacer.
-Hey, hey, hey, ¿desde cuándo sos la que manda, si se puede saber?-Se apuró Nicolás
-Desde que ustedes no hacen nada más que embriagarse a escondidas, creyendo que tienen más autoridad que el resto sólo por saber a dónde van.
-O desde que contratamos a todos los tripulantes.
-OK, pero todos sabemos que para dirigir soy mucho mejor que cualquiera de ustedes.
-Mejor dejémoslo así por hoy, no tengo ganas de discutir, pero no voy a hacerte caso si no tengo ganas-Replicó Luciano con cara de nene enojado, y le guiñó un ojo. Todos se suavizaron por la broma.
-Pero eso de que nos embriagamos a escondidas no es verdad-acotó Nicolás entre risitas.
-Duché, a escondidas no…-Las risas duraron un rato más esta vez. Se habían hecho amigos en los últimos dieciséis meses que habían estado juntos preparando la travesía. Muy amigos.
-¿Escuchan?- Habían estado caminando por dos horas.
-Sí… Por allá- señaló Luciano con la cabeza. Caminaba indiferente con las manos en los bolsillos.
-Por fin, ya me estaba aburriendo de caminar y caminar.
-Miren, es ahí.- El agua nacía de un geiser, prácticamente hirviendo, lanzando nubes de vapor. Con los baldes que habían llevado juntaron agua como para diez personas y se encaminaron hacia el campamento que ya deberían haber levantado en la playa.

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