En Tidenopecp

Había cabalgado todo el camino de vuelta desde el Portal hasta la Posada en el bosquecito de hayas. Como estaban en Noyarc frío, los árboles pintaban el paisaje de color ocre, y el suelo estaba húmedo y frío, porque la luz no llegaba a tocarlo gracias a las ramas tan tupidas que se entrelazaban entre sí sobre él.

El viaje había sido largo y cansador. Le llevó tres días y medio llegar. A veces iba al galope, pero muchas veces desmontaba a su fiel caballo de Aaron para caminar, llevándolo de las bridas. La primera noche acampó junto a una familia cerca del canal de Urville. Compartió con ellos historias, y una cena simple de trucha asada que se ingenió para comer sin quemarse, y más tarde una tarta de manzanas verdes deliciosa. Enseguida se quedó dormida bajo el firmamento repleto de estrellas, pero antes de hacerlo se prometió que algún día estudiaría aquellas preciosas constelaciones que la vigilaban desde arriba. La segunda noche casi no durmió, porque tuvo pesadillas. Se despertó muy agitada, un rato antes de que amaneciera. Decidió que no había tiempo que perder, por lo que ensilló a Aaron y reemprendió el viaje.

La tercera fue la noche que más rápido pasó. Acampó temprano, con un clima prometedor: una fresca brisa la envolvía, y el cielo estaba apenas nublado. A la mañana siguiente, galopó con todas sus fuerzas –o más bien con todas las fuerzas de su caballo- hasta que llegó a su hogar. Llevó a Aaron al establo, y lo dejó al cuidado de uno de los mozos. Caminó lentamente hasta su habitación, pero no sin antes prepararse un té con limón que se llevó con ella, y tomó luego en su cama. Sonrió ampliamente, y se durmió tranquila, sabiendo que aquella tarde tendría mucho que contarles a todos. 

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